LA RESPUESTA DEL HOMBRE A DIOS: LA FE
LA FE ES FIARSE DE
DIOS
El
ser humano responde a la Revelación de Dios con la obediencia de la fe. Ya
hemos visto que el principal modelo de esta respuesta generosa en el Antiguo
Testamento fue Abraham, que obedeció
a Dios y se fió de ÉL en aquellas circunstancias tan difíciles. Por la fe
Abraham obedeció y salió así el lugar que había de recibir en herencia y lo
hizo sin saber adónde iba (Heb. 11, 8). Por eso la Biblia llama a Abraham padre
de todos los creyentes (Rom. 4, 16 – 17).
Pero
el modelo más perfecto de fe es la Santísima
Virgen, pues le respondió generosamente a la propuesta de Dios para enviar
a su Hijo al mundo con estas palabras que indican le entrega más absoluta: He aquí la esclava del Señor; hágase en mí
según tu palabra (Lc.1. 38).
También son modelos de fe para
nosotros los santos que, a lo largo de la historia de la iglesia, han sabido
confiar en Dios en circunstancias muchas veces difíciles.
Sin embargo, el ser humano solo no puede “Creer”; necesita la ayuda de Dios, que
Él nunca deja de prestar a quien le busca con un corazón recto y sincero. Por
eso la fe es un don que Dios concede, mediante
su gracia, al hombre que está dispuesto a fiarse de Él y a cumplir su voluntad.
Pero la fe no es ciega, pues en
el acto de fe cada persona pone en ejercicio el entendimiento y la voluntad.
Así lo enseña el catecismo de la iglesia; “la fe es una adhesión personal del
hombre entero a Dios que se revela, confiando plenamente en Él y dando pleno
asentimiento a las verdades por Él revelados”
En resumen, la fe es “creer lo
que no vemos”, basados en la autoridad de Dios y asentir a lo que Él nos revelado, pues ni engañarse ni
engañarnos.
LA FE EN JESUCRISTO
La religión revelada por Dios a Abraham,
a Isaac, a Jacob y a toda el pueblo de Israel tiene su momento cumbre con la
venida de Jesús al mundo. Él es el
Mesías anunciado por los profetas, por
eso, en el bautismo de Jesús, el Padre eterno dice: Este es mi hijo amado, en quien tengo mis complacencias (Mt 3, 13-
17)
Y San Juan nos escribe: tanto amó Dios al mundo, que le dio su Hijo
unigénito, para que el mundo sea salvado por que ÉL (Jn 3, 16). Y cierra su evangelio diciendo: Esto se ha escrito para
que creáis que Jesús es el Cristo, el
Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis Vida en su nombre (Jn 20, 31).
Después del Bautismo de Jesús,
algunos discípulos de Juan el Bautista comenzaron a seguirle. Poco después se
celebró una boda de caná de Galilea y asistió Jesús con su madre y algunos de
sus discípulos. Allí según narra San Juan, Jesús realizo su primer “signo “, y manifestó su gloria y sus discípulos
creyeron en Él (Jn 2, 11).
Jesús hiso grandes milagros” para manifestar que era el Mesías que
habían anunciado los profetas del Antiguo testamento y para anunciar que el
reino de Dios había llegado al mundo.
Cada persona respondió de manera diferente a la predicación de Jesús:
Unas
creyeron en Él, aceptaron sus palabras y cambiaron de vida, como resultado, se
llenaron de alegría y de felicidad (los Apóstoles, María Magdalena, Zaqueo, sus
discípulos, etc.
Otras,
prefirieron seguir como hasta entonces, como el joven rico o como los fariseos
y judíos que le habían rechazado.
Ahora cada cristiano sigue recibiendo la
llamada de Jesucristo a creer en Él y seguirle. La recibe por vez primera
en su bautismo, pero luego, a lo largo de su vida, la sigue recibiendo por el
anuncio del Evangelio y por el ejemplo de los verdaderos cristianos, que siguen
dando testimonio de que Jesucristo es el Señor, el Hijo de Dios verdadero. La fe cristiana consiste en creer en un
solo Dios en tres: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario